ANTECEDENTES
TRABAJOS ARQUEOLOGICOS ANTERIORES EN
EL AREA DE CARACHE
TEXTO: ERIKA WAGNER
Aunque el
área de Carache había sido mencionada en relación con material arqueológico, no
se habían hecho excavaciones sistemáticas antes de las de Alfred Kidder II, en
1934. Kidder y su esposa exploraron los estados Lara, Trujillo y Mérida, en el
occidente de Venezuela, pero solo excavaron extensamente el valle de Carache,
en el estado Trujillo, donde Kidder excavó dos sitios de desperdicios, Mirinday
y Los Chaos (El Chao en mi
terminología), y obtuvo ‘‘una cantidad considerable de material’’ (Kidder,
1944:4).
El informe
de Kidder, publicado diez años después de sus excavaciones, describe brevemente
el medio ambiente del valle de Carache y, con mas detenimiento, los restos
culturales; y comprara el material de Carache con otro material venezolano
y extranjero. Lamentablemente, no dice cuántos
pozos de prueba se excavaron, ni aporta información estadística sobre los
restos culturales (en su mayoría cerámicos).
Kidder
(1944:92) describe los entierros que encontró como primarios, directos, en
posición flexionada, cubiertos con lajas de piedra, distribuidos por todo los sitios del área y
orientados al azar; y dice que ‘‘encima de los entierros parece haber una
cantidad de carbón vegetal suelto en la tierra, mayor que la de otros sitios,
pero no se observan cenizas’’. La mayor parte de su informe consiste en una
descripción de la cerámica, la cual además está bien ilustrada. Como criterios
básicos para la clasificación utiliza el tratamiento de la superficie y, así,
define los siguientes ‘‘tipos’’ (clases) de cerámica: Rojo simple (es decir, sin
engobe), Rojo sobre Rojo, pintada pero sin engobe y Rojo sobre Blanco, con
engobe y pintada. La cerámica simple constituye la mayor parte de la alfarería
(aproximadamente el 83%). Kidder afirma (pág. 115) que ‘‘la cerámica (ware) de
la clase (tipo) Rojo simple se encuentra en una proporción de seis a uno’’. Las
jarras globulares son las formas más comunes; también hay fragmentos de boles,
platos y budares, e incensarios trípodes. La decoración es rara y consiste
principalmente en tiras lisas aplicadas y cabezas de animales simplemente
modeladas, con ojos en forma de rosca. La incisión casi no existe. Las
superficies externas son generalmente toscas; los rodetes se pueden ver a
través del alisado descuido; algunas partes de las vasijas están pulidas. El desengrasante
fue identificado por A. shepard y lo constituyen tiestos molidos y arena
(fragmentos de roca sedimentaria y metamorfoseada, arenisca limolita y
esquisto). En las jarras, las bases son redondeadas, las bases anulares, al parecer, son raras; hay también bases de
anillo y plata, así como patas provenientes de incensarios trípodes. Son
comunes las asas tubulares horizontales, aunque algunas son verticales. Hay,
además, apéndices con muescas en el extremo.
El ‘‘tipo’’
(class) Rojo sobre Rojo proviene de jarras globulares de boca ancha o estrecha,
y de boles abiertos o de boca ligeramente reducida. En cuanto a la decoración,
la pintura es el recurso más común; Kidder (1944:98-103) describe nueve tipos
de bandas circulares y al respecto dice (p. 98) que:
El
primer paso en la planificación del diseño de las vasijas Rojo sobre Rojo fue, evidentemente, la delimitación de una
banda circundante bien sobre la superficie exterior o interior de las vasijas,
o sobre el exterior de las jarras. Dentro de las líneas de las bandas hay
variaciones, pero son muy raros los casos entre los fragmentos de tiestos, Rojo
sobre Rojo, donde el diseño no pareciera haber sido concebido originalmente
como parte de una banda.
También se
observan elementos de modelado, principalmente en las patas de las vasijas
trípodes; punteadas sobre las panzas de las jarras e incisiones en rejilla en
el extremo de los bordes. Los diseños decorativos son variados y consisten
principalmente de espirales, triángulos,
trapezoides, bandas angostas en los bordes, bandas en forma de ‘‘reloj
de arena’’ y barras gruesas con bandas ‘‘divididas por cuerdas’’. Como en el
tipo Rojo Simple, pueden observarse trazas de los rodetes, así como también
marca de los pulidores. El desengrasante es similar al del tipo Rojo Simple.
Las bases pueden ser anulares y tienen
lo que Kidder llama ‘‘bolsas de aire’’. Además se encuentran bases de anillo y
pata, y patas huecas de trípodes. Las asas son de tipo vertical acintado.
El
tercer tipo (clase) de cerámica, Rojo sobre Blanco, representa aproximadamente
una sexta parte de la cerámica de los dos sitios de Carache, estudiados por
Kidder. Las formas consisten de boles con patas trípodes huecas, o bases de
anillo y pata; y algunas jarras medianas y pequeñas. La decoración plástica es
rara, no aparecen incisiones y el modelado consiste de rostros convencionales
sobre las patas de las bases de anillo y pata y sobre los apéndices. La pintura
es la técnica decorativa más popular. Se encuentra en bandas, así como en la
clase Rojo sobre Rojo, pero en mayor proporción. Hay también algunos casos de
división simple en paneles sin bandas. Los elementos de diseño están
constituidos por motivos pectiniformes, pequeñas espirales, ganchos en
espirales, ganchos dobles como cuernos, triángulos y trapezoides. Son pocos los
fragmentos Rojo sobre Blanco que muestran la técnica de rodetes, y también
están mejor pulidos que el resto de la cerámica. El desengrasante sigue estando
constituido por tiestos y arena. Las bases anulares son raras; no se encuentran
patas macizas separadas y las bases de anillo y pata son las más comunes. No existen asas.
Kidder
halló muy pocos artefactos de piedra y hueso, e informó sobre ‘‘dos curiosos
objetos delgados y parecidos a lápices de pizarra’’ (1944:144), un pendiente de
piedra rato y lajas de piedras que cubrían algunos de los entierros. También
encontró una pieza de hueso circular, con un orificio en el centro.
En
base a los tres tipos (clases) de cerámica descritos arriba, Kidder definió una
‘‘Fase de Carache’’, y afirmó que (p.144):
Según mis observaciones personales en los sitios de Carache, es obvio que no hay evidencia
estratigráfica sino para un solo período de ocupación. Esto es claro, tanto por
las condiciones del terreno, que indican que los diversos tipos (clases) de
cerámica existieron contemporáneamente, como por el mismo material que
obviamente forma un sólo complejo. (Y agrega que) de la concentración del
material y de su naturaleza fragmentaria puede inferirse que grupos más o menos
numerosos habitaron ambos sitios (Mirinday y Los Chaos), probablemente por un
período no muy largo, y posiblemente en un tiempo inmediatamente anterior a la
conquista española, ya que no se encontraron restos europeos con el material
aborigen.
En
su capítulo sobre las relaciones de las culturas arqueológicas dentro de
Venezuela, Kidder sostiene que la Fase de Carache está muy relacionada con el
material hallado en las islas de Las Antillas holandesas-Aruba, Curazao y
Bonaire, así como también con la cerámica de Falcón, un estado costero
noroccidental de Venezuela. La comparación entre la cerámica de Carache, Falcón
y las islas holandesas indicó a Kidder que la relación entre las tres áreas era
más estrecha en los diseños pintados y formas de las vasijas, que en las técnicas
de modelado. Carache también comparte algunos rasgos con otras áreas, y la
presencia de incensarios en Carache, refleja probablemente influencias de las
tierras altas (andinas). También encontró similitudes entre los estilos de la
cerámica pintada de Carache y la andina propiamente dicha (altos Andes), pero
cuando trató de especificar las características comunes, fueron muy pocas las
que compartieron. Kidder conocía muy poco sobre la región Lara, que actualmente
es una de las regiones de Venezuela más conocidas arqueológicamente. Este autor
piensa que parte del material del distrito Tocuyo (Estado Lara) se asemeja al
de Carache y Falcón.
Fuera
de Venezuela, Kidder encontró que la Fase de Carache se relacionaba con el
material de la parte sur de América Central y Colombia por compartir
características tales, como las bases anulares y las vasijas trípodes. También
afirma (p.155) que: ‘‘En Chiriquí se han encontrado motivos geométricos de
bandas y paneles en cerámica que ha perdido el color, con líneas rojas y
‘‘caimanes’’ que recuerdan los diseños venezolanos. Gran parte de esta cerámica
muestra bandas o paneles que contienen trapezoides o triángulos opuestos,
destacados por medio de líneas gruesas y a veces delgadas, muy parecidos a los
estilos de Carache y la costa norte. Diseños notablemente similares, pintados
en rojo, se encuentran en San Agustín, Colombia’’. Y al final del informe dice:
Los
aspectos de la arqueología venezolana que parecen de inspiración general
occidental en Los Andes, Carache, Falcón, y en algunos respectos, en la Fase de
la Cabrera, no pueden relacionarse, sino en forma muy general, con áreas
particulares. Es imposible asignar los restos de Carache y Lara a un área
determinada, aunque tal vez pudieran ser Arawakos o ‘‘Cuicas’’ (Timotes).
Kidder
dedica también parte de su publicación a la descripción de material de museos y
colecciones privadas, especialmente de los altos Andes. La mayor parte de éste
consiste en figurinas, ornamentos de piedra con alas anchas, y conchas de
procedencia desconocida. Muchos de ellos fueron encontrados por huaqueros en
cuevas y mintoyes (tumbas). Estas cuevas y tumbas han sido saqueadas desde que
los españoles llegaron a la región. Kidder describe el material encontrado en
una de las cuevas de las montañas, Santo Domingo, a mas o menos 20km., de
Carache, el cual no parece estar relacionado con el material de Mirinday, y
según él, éste representa objetos ceremoniales. Más adelante mencionaremos
varias hipótesis propuestas por algunos etnógrafos y otros escritores sobre los
restos culturales de las cuevas.
Cuando
Kidder escribió su informe, no se habían encontrado ni excavado sitios de
habitación en los altos Andes, y su descripción del área se basó enteramente en
el material que se conocía de las cuevas y en las fuentes históricas.
En
1941, C. Osgood y G.D. Howard realizaron un reconocimiento arqueológico de
Venezuela como parte del Programa del Instituto de Investigaciones Andinas.
Pasaron dos meses en el occidente de Venezuela estudiando los estados Lara,
Falcón, Zulia, Mérida y Táchira.
En Lara,
hicieron excavaciones en el sitio de Tierra de los Indios, en el área de
Quibor. El material encontrado en este sitio incrementó considerablemente
nuestro conocimiento de la arqueología de esa parte del país, y corroboró las
comparaciones de Kidder entre el material de Carache y Lara. Osgood y Howard
señalan semejanzas entre las dos áreas en las formas de la cerámica, lo
elementos de diseño de pintura lineal, los colores usados, las patas huecas de
las vasijas trípodes, las asas horizontales tubulares, las bases anulares y las
aplicaciones serpenteadas.
Y agregan:
‘‘Después de haber estudiado otras áreas fuera de Trujillo y Falcón, las
características del material de Lara resaltan notablemente en contraste con el
resto de las colecciones venezolanas, hasta el punto, que podemos considerar la
región Carache-Quibor como un centro
cultural de un cierto estilo de cerámica’’. (Osgood y Howard 1943:90). Fuera de
Venezuela, observaron, lo mismo que Kidder, similitudes con la pintura lineal
de Colombia y con el material panameño de Sitio Conté, en la provincia de Coclé
y con el de la provincia de Chiriquí, aún cuando la cerámica panameña es mucho
más elaborada.
Como Kidder
había estudiado el área de Trujillo y había realizado excavaciones en Carache,
Osgood y Howard prefirieron trabajar fuera de Trujillo, por lo que centraron su
investigación en las regiones de Mérida y Táchira. Al final de su publicación,
presentaron una clasificación de todos los sitios venezolanos conocidos
entonces en la literatura y los agruparon, cuando era posible, en aspectos y
fases. El material del occidente de Venezuela, con excepción de Tabay (Estado
Mérida), fue incluido en la fase noroccidental, la cual está integrada por los
aspectos de Tierra de los Indios, Mirinday, La Maravilla, Coro, Cayerúa y Bella
Vista.
En 1953,
Cruxent excavó un pozo de prueba de 2 x 2,5 m., en Mirinday, y recogió 282
tiestos de cerámica de su trinchera y 800 fragmentos aflorados. Cruxent y Rouse
(1958) describieron este material, el cual constituye para ellos el estilo
cerámico Mirinday. La descripción que hacen de los diseños de la decoración de
la cerámica no es tan detallada como la de Kidder. Sin embargo, presentan
alguna información adicional sobre la cerámica y proporcionan una mejor
ubicación cronológica (fecha radio carbónica)y estilística para este estilo
cerámico. Kidder agrupó las piezas pintadas en dos clases: Rojo sobre Rojo
(Rojo sobre Simple) y Rojo sobre Blanco. Rouse y Cruxent distinguieron los
siguientes modos de color en la superficie: simple, rojo sobre simple, rojo
sobre blanco, negro sobre blanco. Y sostienen que: ‘‘El último (rojo y negro
sobre blanco) es probablemente accidental, pues el diseño pintado en rojo
parece haberse degradado a negro en algunos sitios, como resultado de una
imperfección en el proceso de cocción. (Cruxent y Rouse, 1958:149). El espesor
de los fragmentos, según la descripción dada, varia de delgado (5-7mm) a burdo
y grueso (8-10 mm), con predominancia de este último. En cuanto a las formas,
las más comunes son las jarras globulares con bordes salientes y, en segundo
lugar, los boles, entre los cuales se encuentran desde las formas globulares
simple hasta algunas más complicadas con lados salientes. También hay
incensarios trípodes. Kidder menciona platos y budares pesados, pero Cruxent no
encontró ninguno. Cruxent y Rouse (p. 150) sugieren que Kidder probablemente se
refiere a ‘‘boles de lados muy salientes’’. Cruxent no encontró cerámica incisa
en Mirinday, mientras que Kidder ilustra dos fragmentos incisos. Las
fotografías de estos dos fragmentos no son muy claras, podrían representar
también el trabajo de aplicaciones delgadas de muescas, descritas por Cruxent y
Rouse (1958). La información sobre desengrasante, técnicas de manufactura y
decoración concuerdan en general con la descripción de Kidder, resumida
anteriormente, por lo tanto no la repetiremos aquí. En la colección de Cruxent,
los artefactos no cerámicos son muy escasos y consisten en objetos parecidos a
‘‘lápices de pizarra’’, como los descritos por Kidder y ‘‘un objeto parecido a
un gancho, hecho de cuerno de venado’’ (Cruxent y Rouse, 1958:150).
De acuerdo a sus hallazgos en el
área de Carache, Cruxent y Rouse establecieron el estilo cerámico Mirinday
(Fase Carache de Kidder) y lo incluyeron en la serie protohistórica Tierroide
del occidente de Venezuela. Una fecha radio carbónica de Mirinday, de 580 +/-
50 (1350 D.C.), ubica este estilo en el Período IV de la cronología relativa de
Cruxent-Rouse. Esta fecha también confirma la creencia de Kidder de que este
sitio fue habitado poco tiempo antes de la llegada de los europeos, a mediados
del siglo XVI. Ni Kidder ni Cruxent encontraron materiales españoles asociados
con la cerámica indígena de Carache.
Cruxent
y Rouse (1958:258) resumen la serie Tierroide de la manera siguiente:
La serie Tierroide parece haberse
desarrollado en las montañas a partir de la serie Tocuyanoide, en forma
paralela al desarrollo de la serie Dabajuroide en la costa, lo que
probablemente tuvo lugar en el área de Barquisimeto o sus alrededores. Desde
allí la serie se extendió hacia el suroeste y noreste a lo largo de los Andes,
y llegó hasta la costa, como el estilo de San Pablo en el área de Puerto
Cabello, y a los llanos suroccidentales, como el estilo de Caño del Oso,
asociado con las calzadas. Los entierros en cuevas y las tumbas de pozos profundos (mintoyes) de las montañas están
probablemente asociados con esta serie.
Estos autores presentan también
algunas hipótesis que comparan el origen y las relaciones de la serie Tierroide
con las otras series cerámicas de Venezuela, pero esta información se discutirá
más adelante.
En 1959, B. R. Lewis (comunicación
personal) visitó Carache y obtuvo material adicional. La mayor parte de este
material lo recogió de la superficie, aunque también realizó algunas
excavaciones; y de acuerdo a su información, encontró varios estratos
culturales distintos en una cárcava de aproximadamente 7 m., de espesor, en
Mirinday. Este material se encuentra en el Museo Universitario de Filadelfia, y
aún no se ha publicado.
Recientemente, Mario Sajona comenzó
a trabajar en los Andes venezolanos, pero que yo sepa, este material tampoco ha
sido publicado.
Hasta ahora, todo el trabajo
realizado en los Andes se ha limitado a colecciones de la superficie y pequeñas
excavaciones de sondeo.
FUENTES HISTORICAS
LOS CRONISTAS Y SUS
RELATOS
La
mayoría de los cronistas que tratan de los acontecimientos del Nuevo Mundo en
el siglo XVI, se ocupan de los europeos, de la fundación de ciudades y otros tópicos que reflejan su formación
europea. Los datos de los primeros cronistas no contienen informaciones
provechosas sobre los modos de vida de los aborígenes, sino largos relatos
sobre sus propios problemas personales. Hay, naturalmente, excepciones a esta
regla; algunos de los primeros cronistas fueron verdaderos etnógrafos. Entre
ellos se destacan Pascual de Andagoya, quien describió los aborígenes de
Panamá; y Cieza de León, del Perú. Lamentablemente, el occidente de Venezuela
no tuvo el privilegio de contar con observadores de primer orden como éstos,
aunque existen cuatro fuentes valiosas: Fray Pedro Aguado, Juan de Castellanos,
Fray Pedro Simón y la anónima Relación geográfica y descripción de la ciudad de
Trujillo, año de 1579.
Fray Pedro Aguado, fraile
franciscano, puede considerarse como el primer etnógrafo-historiador de los
Andes venezolanos. Llegó a Colombia alrededor de 1560 y vivió ahí durante
quince años. Su trabajo Historia de la Provincia de Santa Marta y Nuevo Reino
de Granada (1930-31 ad), se refiere principalmente a Colombia, pero cubre los
Andes venezolanos en su libro undécimo.
Al descubrir la expedición de Juan
Rodríguez Suárez (fundador de Mérida) y de Diego Ruiz Vallejo (el primero en
recorrer Trujillo), Aguado describe la región
por donde viajaron estos expedicionarios y proporciona alguna
información sobre los indios. Por ejemplo, suministra algunos datos sobre la agricultura, cuando se
refiere a los estanques o aljibes que servían como reservorios de agua para
regar los campos. Distinguió entre las platas alimenticias y árboles frutales
aborígenes y los que fueron introducidos por los conquistadores, dio a conocer
algunas actividades económicas, como el comercio de la sal; y describió las
armas y casas fortificadas. Se refirió muy poco a la religión, solamente
menciona los buhíos especiales donde se practicaba la idolatría. Finalmente,
diferenció entre la ropa que se usaba en las tierras altas y las tierras bajas.
Otra fuente fundamental entre los
primeros escritos sobre los Andes venezolanos es la obra de Juan de
Castellanos, Elegías de Varones Ilustres de Indias, cuya primera parte fue
publicada en 1554 (según se establece en el prefacio de la edición de 1874).
Castellanos, soldado y testigo ocular de la conquista, habla de Los Andes en la
segunda parte de su obra, Elegía III, Cantos II y IV. Los versos de las Elegías,
escritos todos en octavas, proporcionan alguna información sobre ciertos
tópicos, como son: la densidad de población, los guiteros o cuentas utilizadas
como dinero, las mantas o cobijas de algodón, y las viviendas y poblados.
Castellanos da más información sobre la religión que Aguado.
La tercera de las fuentes tempranas
es Fray Pedro Simón, quien también era fraile franciscano. Por mucho tiempo se
le consideró como el primer cronista, pero ahora se ha demostrado que él utilizó extensamente
los escritos de Aguado (Fernández de Piedrahita en su Historia General de las
Conquistas del Nuevo Mundo medio siglo después de ocurridos los principales
acontecimientos del descubrimiento; estuvo en Trujillo en 1612, y comenzó a
escribir su obra en 1623. En sus Noticias Historiales de la Conquista de Tierra
Firme en las Indias Occidentales (Parte I, Noticia 5ª. Capítulo 23), Simón nos
habla de los indios de Trujillo, en relación con la expedición de Diego García
de Paredes a esa región; menciona el vestido de los aborígenes, sus templos,
ídolos (llamados trunjos por los españoles), sacrificios, brujos y ofrendas de
chorote (manteca de cacao).
La cuarta fuente es la anónima
Relación geográfica y descripción de la ciudad de Trujillo, año de 1579. Las
Relaciones Geográficas son documentos escritos a finales del siglo XVI,
concebidos y preparados originalmente por Juan de Ovando, quien era presidente
del Consejo de Indias (organización que regía las posesiones de España en
América y las Filipinas). Ovando trató de hacer una enciclopedia de la
geografía, historia, botánica y zoología del Nuevo Mundo, para lo cual envió
cuestionarios a todos los Virreinatos y Audiencias (Cortes Superiores con
ciertas funciones administrativas) de la América hispánica, y la respuestas a
estos cuestionarios es lo que se conoce en la literatura como Relaciones
Geográficas del tiempo de Felipe II. La Relación Geográfica de Trujillo
contiene información sobre la forma de vida aborigen, así como también sobre
las primeras introducciones hechas por los europeos en esta región particular
de los Andes. Hay en ellas descripciones relativas a la demografía, creencias,
armas, plantas alimenticias, fauna, viviendas y vestidos.
Los primeros cronistas, además de
proporcionar esta información etnográfica, son también los responsables de la
división básica que se ha hecho de los aborígenes andinos en dos grupos: los
Cuicas y los Timotes. Se dice que los Cuicas habitaban el territorio actual del
Estado Lara hasta los límites occidentales del actual Estado Mérida; y los
Timotes, desde el límite entre Trujillo y Mérida hacia el este, hasta el Paramo
de Mucuchíes al suroeste.
ESCRITORES MODERNOS
Entre los estudios que han escrito
más recientemente sobre los aborígenes de los Andes de Venezuela están: Ernst
(1885b, 1891), Lares (1907), Fonseca (1955), Salas (1908), Febres Cordero
(1920), Jahn (1927), Briceño Iragorry (1928b, 1929a), Briceño Valero (1939) y
Fernández de Piedrahita (1881).
Lares (1907) ubica todas las tribus
de los estados Trujillo y Mérida entre los Timotes; y para ello se basa en
la evidencia lingüística. Considera que
los Timotes eran los aborígenes andinos más importantes (y por lo tanto aplica
este término a todas las tribus andinas), porque mantuvieron sus tradiciones y
lengua en la forma más pura.
Salas (1908), siguiendo a los
cronistas de los siglos XVI y XVII, distinguió dos grupos de aborígenes en los
tiempos pre-hispánicos, para lo cual usó como criterios la belicosidad y
algunos atributos lingüísticos. A las tribus
que eran pacíficas las llamó Uribantes, y a las que tenían la raíz
toponímica mucu las denominó Chamas.
Febres Cordero (1920) dio una lista
muy detallada de las tribus que habitaban la región andina (estados Trujillo,
Mérida y Táchira) y también mencionó algunas tribus colombianas vecinas. Se
basó en criterios lingüísticos y ‘‘gentilicios’’ (tribales).
Jahn (1927) agrupó a todos los
aborígenes de los Andes venezolanos en la familia lingüista Timote. Para ello
se basó en lista-más bien inadecuados- de palabras de los diversos grupos
aborígenes, reunidas por él, Ernst (1886) y Fonseca (1955). Además revisó y
corrigió las clasificaciones de los aborígenes andinos hechas por Salas (1908),
Febres Cordero (1920) y Lares (1907). Dividió la familia lingüística Timote en
dos grupos: los Cuicas y los Timotes. Subdividió cada uno de estos grupos en
tribus y parcialidades.
Briceño Iragorry (1929a) agrupa a
todos los aborígenes de los Andes entre los Timoto-Cuicas, y proporciona las
características básicas de sus culturas.
Fernández de Piedrahita (1881)
también usa como criterio básico la belicosidad de los indios y afirma
(siguiendo a Aguado, 1931) que hubo dos naciones o parcialidades, los Cuicas y
los Timotes. Los primeros eran pacíficos, mientras que los últimos eran
belicosos.
Los demás escritores modernos siguen
esta dicotomía de Timotes Cuicas y generalmente tan sólo discrepan sobre la
distribución geográfica de los dos grupos.
En el Handbook of South American
Indios (Vol. 4), las referencias acerca de los aborígenes de los Andes venezolanos
son muy breves. Solamente se menciona a los Timotes (incluyendo sus
subdivisiones), lo que deja evidentemente una laguna en el estudio de esta
área. Kirchhoff, en Metraux y Kirchhoff (1948:349-68) incluye a los Timotes en
su ‘‘Extensión nororiental del área cultural andina’’, y dice que ‘‘los seis
grupos siguientes (Lache, Tequia, Chitarera, varias tribus al noreste de los
Chitarer, Timotes y las tribus de la Sierra de Perija) se incluyen
provisionalmente en esta área cultural, debido principalmente a la similitud de
los nombres tribales y de lugares. Su inclusión se basa en rasgos culturales,
sólo en aquellos casos en que los datos lo permiten’’,
En tiempos más recientes, Acosta
Saignes (1952) llenó parcialmente esta laguna, aplicando el concepto de área
cultural a toda Venezuela, y tratando a los Andes como una área separada.
Utilizando información de escritores anteriores, Acosta Saignes coloca a los
timoto-Cuicas en el ‘‘Área Cultural Prehispánica de los Andes’’. De este modo,
evita el error de los otros enfoques al combinar la evidencia lingüística con
lo cultural.
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