fragmentos de Breve historia Ilustrada de Trujillo. Autora : Dra Diana Rengifo
Adaptado para este blog por: Carlos Arrieche
Antepasados Ki.Kuikas
Hace mas de 20.000
años, la nación Kuikas que ocupó el
territorio que hoy conforma al estado
Trujillo, no tenían límite alguno y estuvieron poblados por hombres y mujeres
libres, que se agruparon de generación en generación en comunidades de acuerdo
a los ambientes geográfico y climáticos
por grupos sedentarios, pacíficos ;trabajadores, otras guerreras y mas
primitivas que se mudaban de sus territorio donde convivían para la
sobrevivencia de grupos de cazadores, pescadores entre otros. Provenían de el
sur y del oriente de este continente,Se
habían organizado en tribus y alcanzaron a desarrollar una economía incipiente
basada en la explotación de sus conucos y en la elaboración de tejidos
los periodos de
ocupación territorial
por parte de los aborígenes ocupantes de la América prehispánica, en cuatro
etapas: paleoindia (20.000 a.n.c. 5.000 a.n.e) mesoindia (5.000 a.n.e – 1.000
a.n.e). neoindia (1.000 a.n.e – 1500 a.n.c) e indobispanica (1.500 a.n.e).
Dialecto
se definían dos grandes familias lingüísticas,
la Caribe y la arawac, y que fueron estos últimos grupos, los de dialecto
arawac, quienes introdujeron la sedentarización y la agricultura.
Se distinguían entre
sí por los dialectos con los que se comunicaban, por las decoraciones de la
cerámica que elaboran para el uso común y algunos de ellos,
en las zonas más
altas, porque las mujeres elaboran tejidos de algodón con los que fabricaban
unas sayas que usaban para cubrirse desde el pecho a las rodilla, con el
fin de protegerse de los vientos y del frio, así como las cortas capaz que
llevaban los hombres en las ceremonias religiosas. También porque trabajaban el
fique o cocuiza, planta de la que se extrae la fibra para la elaboración de la
cabuya, con la que tejían alfombras para los rituales de adoración a los
dioses.
Las tribus estaban
compuestas por varias familias que generalmente vivían cerca, pero no en
aldeas, porque los terrenos no lo permitían. Pero la cercanía de los conucos,
facilitaba el trabajo común, en cayapa, para la construcción de viviendas,
acequias o muros de piedra.
No eran vasallos de nadie ni tenían
avasallados a otros pueblos.
Conformaban una
sociedad sin complicaciones, las tribus estaban dispersas en el espacio
geográfico que hoy denominamos Trujillo y formaban grupos de varias familias
emparentadas,
Cada una de las cuales vivían en
construcciones hechas de barro, paja y piedras con techos No están poblados en pueblos… porque la
disposición de la tierra es la mayor parte no les da lugar, porque no todo es
tierra aparejada para poder labrar, y cada uno hace su casa sobre su labranza…
Para la supervivencia: domesticaron ciertos
animales; elaboraron utensilios en arcilla que les permitieron guardar algunos
de los productos que cosechaban; averiguaron el modo de hacer fuego y también
descubrieron las bondades de la sal, lo que hacía posible la salazón de carnes
y pescados para su conservación por tiempos prolongados, y muchas otras cosas.
Cada una de estas
etapas y descubrimientos, llevó mucho tiempo, pero es a partir de ellos y de la
organización inicial comunitaria que surgieron las tribus e igualmente se
inicio el crecimiento y desarrollo cultural de los pueblos, pues al
estar cubiertas sus necesidades básicas (alimentación y vivienda inicialmente),
los individuos pudieron dedicarse a otras actividades no ligadas a la
producción de alimentos, como la creación de cerámica decorada para el uso
doméstico, la cestería y los tejidos, también embellecidos con dibujos y
colores particulares.
De este modo fueron
organizándose pueblos estables y se inició el intercambio de productos entre
sus habitantes.
Al mismo tiempo
comienzan a crearse los factores que dan origen a una jerarquización social en
el seno de las tribus. Estas características son comunes a casi todos los
grupos indígenas sedentarios asentados en lo que hoy es el territorio
Venezolano al momento de la llegada de
los europeos.
En el territorio de la
actual Venezuela, esto se manifestó a través de la presencia de un jefe o
cacique, que entre los aborígenes timotìes y cuicas recibió el calificativo de
tabiskey o chacoy.
Los cuicas tenían
también costumbres definidas respecto a sus muertos importantes, a quienes
enterraban en cuevas con algunos objetos rituales como cuencos o tazones
votivos de arcilla.
Estas cuevas recibían
el nombre de mitoyes o mintoyes.
Las más conocidas en la región Trujillana son
las de la Teta de Niquitao y Carache. Cuevas con el mismo nombre eran también
usadas para el resguardo de los granos cosechados a modo de silos.
Los cuicas rendían
culto al sol y a la luna, porque tenían la creencia que de las bondades de la
naturaleza y sobre todo de estos astros, dependían los cultivos y las buenas
cosechas. Para eso les tenían altares ovillos de algodón y sartas de
piedrecillas o conchas marinas (quintero), muy apreciadas entre ellos, a
figurillas de barro antropomorfas. También quemaban manteca de cacao como
tributo a los dioses.
El cacao se cultivaban
a las orillas del lago de Maracaibo y este uso en los rituales religiosos, se
vincula a los que daban también al cacao,
Los cuicas usaban
igualmente, distintas hierbas para rituales de sanación o cura de sus enfermos,
costumbres heredada por los campesinos de la región entre quienes actualmente
es habitual el uso de plantas tradicionales en la cura de distintas
enfermedades.
La deidad a quien
rendían culto los escuqueyes, que fue la primera nación con que se toparon los
españoles en esta región, , Icaque, cuyo nombre da origen al de la comunidad de
Escuque.
El mismo autor afirma
que era representada en los alteres por un disco de oro, lo cual, de ser
cierto, seguramente habría sido adquirido en intercambio con los muiscas o
chibcha del actual territorio colombiano, pues los cuicas no conocían el modo
de fundir el metal y los primeros exploradores y conquistadores del territorio
de los escuqueyes no hablan en sus informes de haber encontrado oro sino de
grandes siembras de algodón. No había oro en esta región.
Estos grupos
aborígenes con los que establecieron contacto los conquistadores europeos
tenían ascendencia chibcha, Caribe y arawac, que, como se ha dicho, llegaron en
oleadas sucesivas, asentándose en un amplio territorio sin fronteras,
generalmente cerca de ríos o fuentes de agua dulce.
Según los datos aportados
por arqueólogos y antropólogos, los más antiguos en la región Trujillana eran
los ubicados en la zona de Carache quienes aparentemente s e consolidaron en el
lugar como pobladores durante el siglo VII a.n.e.
Según sus costumbres y
dialectos, las tierras tomaron localmente las denominaciones de las “naciones”
o grupos que las ocuparon o los de sus jefes y por esto en Trujillo, muchas
localidades, ríos y accidentes geográficos tienen nombres indígenas: Boconò,
Tostòs, Chejende, Castàn, Musabàs, etc.
Para sacar provecho a
las laderas de las montañas para las siembras, los cuicas construían terrazas
que apuntaban con muros que también hacían de piedra y que llamaban catafos.
Estos muros son todavía fabricados y
utilizados con fines semejantes por los campesinos de las zonas altas. Así como
se siguen construyendo acequias para los regadíos en las regiones más áridas de
las zonas altas, recogiendo el agua de las lluvias en estanques artificiales,
conocimiento también heredado de los antepasados aborígenes.
Los cuicas cultivaron
la papa, el maíz, el apio, el ñame, la auyama, el algodón, el ocumo y el tabaco
que es de donde se produce el chimó era un producto ampliamente usado por ellos
para cuando llegaron los europeos por sus elementos curativos, es decir que
conocían y cultivaban el tabaco que es de donde se produce el chimó. Producían
igualmente chirimoya, piña y lechosa. Usaban la rosa a partir de la quema para
la preparación de la tierra y se valían de coas o Bastón de sembrar, hecho de
madera, para abrir el orificio donde echaban la semilla.
También se comunicaron
y juntaron, después que llegaron los europeos, por razones de defensa, es
decir, para hacer la guerra a los enemigos blancos.
El comercio o
intercambio de productos entre las aldeas era constante y se desarrolló
ampliamente. Las comunidades se comunicaban entre sí con rapidez y eficacia
para la celebración de fiesta comunes o para el intercambio de lo que producían
y no necesitaban; lo que excedía o sobraba una vez cubierta las necesidades de
la comunidad. Por ejemplo, hacían intercambio con los jirahara del valle de
Quibor o con los motilones de la Goajira, de tejidos o productos agrícolas, por
sal o pescado. Igualmente con los aborígenes de la actual Mérida con quienes
comerciaban sus cultivos por la sal de urao que usaban en la elaboración del
chimó.
Entre las tribus y
naciones la comunicación se efectuaba a través de caminos muy angosto que
atravesaban montes y valles: las trochas que aún utilizaban nuestros campesinos
para cubrir asombrosas distancias en un mínimo de tiempo. Si encontraban
hondonadas que pudieran impedirles el paso, se valían de tarabitas que a manera
de puentes colgantes, les permitían el paso. Este instrumento también es usado
aún por campesinos de las zonas altas.
Así como existía un
permanente intercambio de productos entre comunidades indígenas de distintos
lugares, también se intercambiaban hábitos, costumbres y expresiones del
lenguaje. Por eso se creyó que timotìes y cuicas hablaban las misma lengua,
aunque no era así, y por la misma razón en distintos estados del País se
encuentran sitios con nombres iguales o comidas de origen indígena cuya
preparación apenas varía. Los caminos, en este sentido funcionaban para la ida
y para la vuelta.
Fue por estos
contactos entre tribus y naciones aborígenes diferentes, que los españoles
asentados en El Tocuyo, tuvieron noticias de los cuicas y del algodón que
producían, noticia que resulto de gran interés para sus pobladores que desde la
fundación de la ciudad acordaron desarrollar la industria de los telares para
la fabricación de “paños” o telas.
Así que para 1549
enviaron a la tierra de los cuicas una expedición exploratoria sin fines de
poblamiento, al mando del para entonces Contador, Diego Ruiz de Vallejo.
La relación de 1578
que ya nombramos, también de testimonio de que para cuando se inició en esta
región el proceso de conquista y colonización habría en la misma, entre catorce
o quince mil indios y que para cuando se escribió ese documento, sólo quedaban
cinco o seis mil. En diez años habían muerto diez mil personas. Como razones,
los Acaldes alegaron: los estragos de la guerra de conquista sobre este
territorio, porque los indígenas cuicas pelearon en esos años iníciales por el
mantenimiento de sus tierras, familias y costumbres, pero fueron vencidos
porque los europeos contaban con armas más eficaces; la conquista fue una
guerra siempre desigual.
Otro motivo de muerte
fue el traslado obligado de los indios nativos y habitantes de las zonas altas
y frías, como la región de Niquitao, a zonas bajas y calientes como las de
Monay, y viceversa; estos cambios generaban muertes masivas entre los
aborígenes no preparados para esas mudanzas; igualmente fue causa del
inquilinato indígena una epidemia de viruela que azotó la zona en 1573.
Según el derecho
Indiano- legislación establecida por la Corona específicamente para el gobierno
de las provincias de Ultramar, como también se llamó a América, los indios
fueron considerados desde el primer momento “vasallos” de la Corona al igual
que los españoles, pero sujetos a tutoraje mientras eran “cristianados” es
decir, convertidos a la Fe Católica y aprendían el Castellano.
Pero eso sólo se
consideró en el papel. La acción de los conquistadores y pobladores rompió de
modo con la normativa impuesta por la Corona y los indígenas fueron tratados en
muchas regiones de América como esclavos y usados en actividades depredadoras
como la minería y la extracción de perlas a gran escala, actividad esta, que
fue uno de los principales motivos para que se murieran y se redujera su
población.
Esto quiere decir que
el aniquilamiento progresivo de las comunidades indígenas se inició con el
encuentro entre europeos y aborígenes, pueblos no solamente con culturas
diferentes, sino con niveles tecnológicos desiguales lo cual se reflejo en los
encuentros armados del proceso de conquista.
La violencia es una de
las características esenciales de los procesos de conquista y colonización que
los pueblos más fuertes ejercen sobre otros más débiles o menos avanzados
tecnológicamente durante todas las épocas, incluida la actual.
Para el momento en que
los europeos se desplazaron hacia lo que hoy es el continente americano, España
era un imperio que llegó a ser tan grande, que se decía que el “no se ponía el
sol”. Como Imperio en expansión cumplió con los cánones de crueldad vigentes en
la época; por ello los primeros cincuenta años de la conquista y colonización
española significaron mayormente un periodo de caos y destrucción para la
población indígena aún cuando a partir de él, se dio origen a la primera
generación de criollos mestizos. Dolorosa e injustificante, de la violencia,
nace la raza nueva que conformará a partir de distintas mezclas y yuxtaposiciones
étnicas, la de los próceres libertadores.
Esa lucha desigual y
sin esperanzas que libran a pesar de saberse perdidos, los aborígenes
americanos, se refleja en el llamado “canto guerrero de los Cuicas” el cual
según se cuenta, fue recopilado de la tradición oral, es decir, de palabra, no
escrita, de algunos descendientes de los cuicas, por el maestro Trujillano Don
José María Urrecheaga, el cual le dio forma y cadencia en castellano. Es una
invocación que, sin embargo, pudieron haber hecho todas las tribus de América
ante el paso del europeo invasor:
“Madre Chía estás en
la montaña, con su pálida luz alumbra mi cabaña. Padre Chès que alumbras con
ardor, no alumbres el camino al invasor!
Oh! Madre Icaque!
Manda tus jaguares, desata el ventarrón suelta tus cóndores, afila los
colmillos de la mapanare y aniquila a los blancos con dolores!
Madre Icaque que vives
en Quibao, Padre Reupa, Madre Chaseung, alimenta mi espíritu con vino de
rencor! Echa el fuego que calcina, el agua que destruye los rayos de las nubes,
truenos de las montañas.
Padre Reupa, a mi
troja repleta con granos abundosos, llena mis ollas con la fuerte chicha y mi
pecho con valor. A mi mujer que cría, dale pechos que manen ríos de leche
blanca! Padre Reupa! Dame una flecha aguda que mate al invasor!
Tiempla el brazo que
dispare esa flecha sin temor!
Yo soy tu hijo, oh
Reupa, mi señor Yo soy tu esclavo o Chía, mi señora. Dame a beber el vino de tu
inmenso valor; dame a comer la carne del odio al invasor…”
Al capitán fundador se
le asignaba el derecho a conceder tierras a quienes con él fundase un pueblo, a
través de la Capitulación o contrato que firmaba con el rey o sus
representantes – en este caso los Gobernadores de la Provincia, y la
distribución de solares y tierras de labranza eran muy importantes porque cada
pueblo, al fundarse, debía contar con al menos 30 vecinos y a cada vecino el
Capitán fundador debía dotarlo de: 10 vacas que pudieran parir; 4 bueyes para
labranza, 2 novillos, 1 yegua, 5 puercos, 6 gallinas y 1 gallo y 20 ovejas.
Todos animales para la crianza. El solar, era para la construcción de la
vivienda y las tierras de labranza para la producción agrícola y cría de los
animales.
Después, entre los
nuevos propietarios, el Capitán fundador encomendaba los grupos de indígenas a
los que adoctrinarían como cristianos y enseñarían la lengua castellana, que
les servirían igualmente en las tareas de construir el pueblo, que hasta ese
momento, solo existía en el pensamiento de quienes lo habitarían.
Estas acciones de
entrega de tierras de labranza y adjudicación de grupos aborígenes para su
cristianización a los nuevos pobladores, fueron las otras instituciones
españolas que habiendo sido usadas desde los tiempos feudales en los reinos que
integraron España, fueron trasladadas a América con los nombres de
Repartimiento y Encomienda respectivamente. Son fundamentales para conocer de
qué manera se inició la apropiación de la tierra y el latifundismo en los
países de la América Latina.
Durante los dos
primeros siglos coloniales la Encomienda fue la institución reguladora de la
fuerza de trabajo y la distribución de la mano de obra en las ciudades
americanas. Consistía como se ha dicho, en la entrega de una comunidad o grupo
de indios a un español para que les enseñe el castellano y la religión
católica; los indios a su vez “pagaban” este servicio con trabajo o con el
producto de su trabajo en sus propias tierras. Por eso las Encomiendas fueron
llamadas de servicio o de tributo.
Un encomendero (que
generalmente lo fueron conquistadores – fundadores de los pueblos de españoles
o sus descendientes) podía tener varias encomiendas distribuidas en sitios
distintos y cada encomienda podía agrupar a varios grupos o tribus de indígenas
con las tierras que ocupaban.
hola :v
ResponderEliminarjelou :V
ResponderEliminarComo persona nacida en España me siento avergonzado por todas las atrocidades que estos conquistadores realizaron a todos vuestros descendientes...os aseguro que en los libro de texto españoles no se explican con detalles a los mas pequeños la historia en esa epoca....Vergonzoso....
ResponderEliminarComo apellido que tengo ,¨Trujillo¨, me he sentido a la vez muy intrigado con el relato de historia y el estado que se fundo llamado Trujillo....de una u otra forma las antiguas civilizaciones que formaban ese estado creo que son parte de mi memoria genetica....
Gracias por trasmitir su conocimiento!
uwu
EliminarOrgullosamente soy Cuicas descendiente de ese hermoso pueblo guerrero.
EliminarSoy trujilano mi nombre jesus gil de un pueblo llamado santa ana estado trujillo
ResponderEliminarGracias infinitas por compartir tan valioso contenido, me gustaria leer mas.
ResponderEliminarGracias por esta joya de informacion , gracias por que se celebra 472 años de mi pueblo aborigen skuke
ResponderEliminar¿Quién le dio forma al castellano al “Canto Guerrero de los Cuicas”?
ResponderEliminarRafael María Urrucheagas que le dió forma al canto guerrero cuicas
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